Entender nuestro propósito de vida resulta un tema interesante, ya que inconscientemente cuando no lo conocemos y decidimos buscarlo, nos surgen innumerables inquietudes que nos vemos precisados a contestar.
Veámoslo de la siguiente manera: el propósito funciona como un especie de brújula, si lo tenemos claro, nuestras acciones diarias van encaminadas a perseguirlo, por eso es muy importante que tomemos conciencia de los hábitos que diariamente practicamos. De manera que éstos tengan sentido, que más allá de obedecer a las tareas que debemos realizar, nos ayuden a lograr congruencia entre nuestras acciones diarias y nuestro propósito de vida.
No obstante, muchas veces no lo conocemos, porque vivimos en modo piloto automático, ejecutando comandos solo porque sí, lo urgente se antepone a lo importante y lo peor es que le damos permiso para que así sea. Es como decir que vivimos porque respiramos y satisfacemos nuestras necesidades básicas, pero nada más. Y esto es un error, porque cada día que pasa no se recupera, al contrario representa un día menos de vida, por lo que contamos con menos tiempo para sintonizar con nuestro propósito.
Por esto es necesario tomarnos unos minutos al día, preferiblemente al despertar, para agradecer al creador por un día más que nos regala tantas cosas empezando por la vida. En este ejercicio, saber agradecer por los dones y favores recibidos es fundamental. Ese acercamiento ayuda a conectar con nuestro "yo" interior, porque al agradecer, creamos conciencia de lo que tenemos y entonces podemos ocupar nuestros esfuerzos en aquello que aún no hemos logrado. En otras palabras nos podemos enfocar, y al enfocar podemos planificar.